A lo lejos escucho un grito de mi madre. Fácilmente la tiene que haber escuchado toda la cuadra, pero no me importó demasiado porque todos estos días no había dormido bien por la culpa de la PSU.
-¡LEVAAAAANTA! -el grito me da de lleno en la oreja izquierda. Abro un ojo y veo la cara de mi madre que mezcla la alegría con el asombro y la incredulidad- ¡Quieren hablar contigo... eres puntaje nacional!
Pueden acusarme de soñadora, pero sin duda no soy la única que se ha imaginado ser puntaje nacional de la PSU. Mi primera intuición sería no creerle a mi madre, por lo mucho que la quiero y todo, pero sería una noticia que deja helado e incrédulo a cualquiera. Obviamente sería puntaje nacional en la prueba de lenguaje porque soy un desastre en matemáticas.
Las primeras impresiones serían saltar de emoción por toda la casa y abrazar a toda mi familia, quizás correr en círculos con los brazos arriba sea una opción poco sensata, pero ¿quién piensa coherentemente cuando se trata de una noticia de ese estilo? Luego de recibir los abrazos de mi familia, pescaría la guía de teléfonos y comenzaría a buscar a todos mis tíos, padrinos y primos lejanos con los que ni siquiera hablo constantemente. Creo que le contaría la noticia hasta mi perro.
Luego de eso saldría a encontrarme con mis compañeros de cuarto medio, pero no para restregarles el resultado de mi prueba, sino para “sacarles pica” porque yo ya sé mis resultados y ellos aún tienen que esperar para conocer los suyos (No me caracterizo por ser muy madura, lo sé).
Más de alguno me recordaría mi preocupación más cercana: ¿Cómo voy a enfrentar el desayuno presidencial? De la alegría pasamos a los nervios, porque tendré que tomar cafecito con la presidenta junto con un montón de cámaras de todos los medios, periodistas que me harán un montón de preguntas sobre mi pasado, presente y futuro… sudor frío recorre mi espalda con sólo imaginarlo.
¿Estaré preparada para esa presión social? ¿Será bueno que vaya con vestido? Mejor podría ponerme el uniforme del colegio para lucirlo con orgullo frente a todas las cámaras y todos lo conozcan. Así también sería un orgullo para los cabros de otros cursos que verían en mi historia la suya, tomarían mi triunfo como el de ellos y se sentirían capaces de llegar a ser puntaje nacional con el mismo o mejores resultados que los obtenidos por mí.
¿Lo mejor de todo? Podré elegir la carrera que quiera según mis aptitudes y gustos, no tendré que estar revisando qué alcanzo a estudiar y que no. Mi familia podrá despreocuparse de los gastos que requiere una buena educación, ya que sin duda las universidades se pelearán por tener un puntaje nacional en sus filas y me ofrecerán becas o mejores opciones de pago.
¿Lo malo? Tendré que esforzarme siempre el doble, porque el primer año de carrera estaré encasillado como “el puntaje nacional”, no podré fallar y mis resultados en los certámenes tienen que ser los mejores, ya que demostré que era de los mejores con mi rendimiento en la Prueba de Selección Universitaria.
Como dicen por ahí, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Imagen CC La Perkin