Ya hace un tiempo que di la PSU. Mis resultados fueron más o menos lo que esperaba, al menos me alcanzó para entrar a estudiar lo que quería y me di el lujo de poder elegir dónde. Pasado el tiempo, no son muchos los recuerdos nítidos de ese periodo de estrés y desesperanza ante lo desconocido -sentimientos más que superados luego de superado el proceso-, pero si hay algo que nunca olvidaré es el puntaje nacional de un amigo.
A nadie le sorprendió mucho, era más que esperable que Mauro no tuviera errores en su PSU de Matemáticas. Meses antes ya había dado luces de su estrellato, obteniendo el primer lugar en las Olimpiadas de Matemáticas de una importante universidad pública. Este logro significó que, sin si quiera rendir la -sobrevaloradamente temida- Prueba de Selección Universitaria, mi amigo ya tenía asegurada una beca por tres años en la Universidad de Santiago.
Sumado a esto, estaba el antecedente de su destacada participación en la última Escuela de Verano de la Universidad de Chile, en las vacaciones de tercero a cuarto medio. Por si fuera poco, era costumbre ver el nombre de mi amigo liderando la lista con los resultados de los ensayos PSU que, a medida avanzaba el año, aumentaban en periodicidad y dificultad.
Fue tal la destreza, disciplina y aplicación, que terminaron por eximirlo de Matemáticas durante el último trimestre. Ya no había mucho que enseñarle dentro de los límites del currículo académico escolar. Mauro era un estudiante ejemplar y solidario con sus compañeros y amigos, no pocas veces hizo ayudantías grupales o se tomaba parte del recreo para explicar ese típico ejercicio que no supimos cómo resolver.
Durante la primera jornada de la PSU, ya empezamos recibir las primeras confirmaciones de que todo iba viento en popa para Mauro. El éxito, estaba a la vuelta de la esquina. Nunca olvidaré que luego de terminar la Prueba de Lenguaje, y al prender el celular, recibí un mensaje que decía: "Llámame URGENTE a penas termines". No alcancé ni a terminar de leerlo y marqué el número de Mauro, quien con voz un tanto incrédula me decía: "Me llamaron de El Mercurio. Me gané un auto". En el transcurso del año, semana a semana, Mauro respondía la "Pregunta PSU" que publicaba ese diario en alianza con un renombrado preuniversitario; quienes enviaban sus respuestas, participaban del sorteo de un auto.
De esta forma, llegó el día de los resultados. Entre broma y broma, Mauro nunca se creyó el cuento de que obtendría Puntaje Nacional. Tampoco lo descartaba, pero nunca tuvo alguna actitud triunfalista, ni mucho menos déspota. Poco después del medio día de ese domingo, me llamó resignado diciéndome que no me hiciera esperanzas, que según sabía ya habían llamado a los puntajes nacionales y que él no era uno de los convocados. No hasta esa hora. Aun así, le dije que esperará un rato más, que todavía quedaba tarde por delante para recibir ese llamado.
Pasadas un par de horas, y mientras con unas amigas tomábamos once y sorteábamos el orden en que revisaríamos nuestros resultados, sonó mi celular. Era mi amigo. Hubo un silencio sepulcral entre quienes estábamos ahí. "Habla po', Mauro! ¿Qué pasa?" repliqué nervioso. "Me llamaron. Me llamaron de la Chile. Saqué nacional en Matemáticas".
Así fue como me enteré de que mi amigo había logrado su objetivo. No sólo había respondido satisfactoriamente toda la prueba, sino además había sido convocado por la Universidad de Chile para que estudiara lo que él quisiera, con una beca por mérito académico durante el primer año. No lo dudo y aceptó, dejando a un lado el reconocimiento otorgado meses atrás por la Usach, su sueño era ser un ingeniero, hijo de Bello. Pasado el tiempo, Mauro sigue conquistando logros académicos.
Imagen CC vía ngbello