Cuando estábamos en cuarto medio, noviembre y diciembre fueron meses de consignas repetitivas hasta el aburrimiento: qué ibas a estudiar, en qué universidad y la PSU. Casi no había otro tema de conversación en el colegio ni en la casa. Y qué podíamos esperar, si era el GRAN momento de la vida, algo decisivo.
Pero lo peor era el compañero que decía que seguro, seguro iba a ser puntaje nacional. Como si la vida se le fuese en eso. ¿Qué presiones sentirá ese chico?¿Porque tuvo buenas notas en la media tiene que ser puntaje nacional? Se debe sentir feo todo ese peso moral, social y psicológico. Y, quizás, eso era lo bueno de pasar piola con las notas, que nadie esperaba nada especial de mi puntaje en la prueba.
Llegó la fecha esperada por tantos. Dimos la prueba, esperamos los resultados y… ¡Sorpresa, el puntaje nacional fui yo! La famosa llamada se dirigió a mi casa y la flamante señorita había sacado nacional en Historia. ¿Y mi compañero? Ni idea… en realidad, sí. No lo vi en la ceremonia de los cartoncitos esos de reconocimiento.
¿Qué hacer ahora con un puntaje nacional a cuestas? Listo, lo primero es sentirme una campeona, mejor aun cuando menos te lo esperabas. Pero comienzan las presiones: ¿sigues pensando en estudiar una carrera humanista?; tú estás para medicina o ingeniería; bueno ya, si quieres ser humanista entonces sé abogado.
Momentito. ¿No se suponía que ser puntaje nacional era bacán? ¡De la que se salvó mi compañero ñoño! Bueno, igual fue genial salir en la tele, que me felicitaran los cercanos, el asado de celebración, pero ahora venía lo bueno, postular. ¿A qué?
Si quería ser profe de historia, no sería cualquiera, sería un profe de historia con puntaje nacional; si quería ser periodista, no sería cualquiera, sería un periodista con puntaje nacional; si quería estudiar arte, no sería cualquier artista… adivinen… ¡sí! Sería puntaje nacional.
Y en eso, siento que alguien me llama… mmmm pero no entiendo nada, estoy en plena decisión viendo qué voy a hacer con mi título de “puntaje nacional”, ¿será tan relevante eso?, déjenme tranquila un ratito. Qué raro, es la voz de mi mamá, qué querrá ahora. Me mueven, me dicen algo… ¡Levántate, vas a llegar tarde a dar la PSU! Listo, era todo un sueño, qué puntaje nacional ni que ocho cuartos, ¡a rendir la prueba primero y después vemos! (pero pucha que es lindo soñar… a veces).
Imagen CC vía Marcela Paolantonio.