La PSU para muchos es más que una hoja de papel que puede definir el futuro inmediato. También significa un montón de cosas. Desde la posibilidad de concretar sueños encubados por largos años hasta representar el desafío de buscar la gloria y ser puntaje nacional. No existe el estudiante secundario que no ha imaginado ese momento lleno de luces y alegría. De halagos familiares y de repercusión pública. Ahora le quiero contar a ustedes como lo imagino.
Ser puntaje nacional es algo a otro nivel. Es como ganar una Libertadores. Simplemente ser lo más grande. Por lo mismo, mi alegría sería total, podría ser capaz de todo, desde ser amigo de Evo Morales (y eso sí que es difícil) hasta ir a pasearme en pelota a Plaza Italia, como ahora está de moda celebrar por todo en ese lugar. La experiencia sería maravillosa, el resfriado que agarraría te lo encargo, pero valdría la pena esa locura. No todos los años uno puede decir que es el mejor de la PSU.
Lógicamente, todo éxito conlleva envidia, ser puntaje nacional no sería la excepción, muchos amigos del Congreso Nacional que calientan sus banquillos en Valparaíso seguramente me tirarían para abajo, eso es obvio. Quizás la tía Michelle me dé un bono, sería el más feliz con ello. Lo que si no deseo por nada del mundo es que ese día Sebastián Piñera me mande un saludo. Ya saben…muchos han sufrido penurias luego de eso. Así que tío Sebastián ni se le ocurra.
Mis papás, en tanto, me tendrían en un altar, es lo más probable, sería el winner de la familia, hasta capaz me pidan que juegue un Kino. Es que también para lograr cosas y ser el mejor, se requiere un poco de suerte. Todo eso es lo que yo puedo aportar como buen campeón de PSU.
Además, si no es mucho pedir ese día imagino sonar mi celular, contestar, y que del otro lado se escuche la voz de Javiera Acevedo o de María Eliana Yutronic o si queremos ser más internacionales de Ana Ivanovic. Ahí si muero feliz y lleno de gloria. Bueno, si también me invitan a festejar mi logro en un carrete la alegría sería inmensa, grotesca e incalculable como todas las veces que llegué atrasado a clases en el colegio.
Después de todo ese momento de emoción, festejo y locura, hay que ponerse serio (no tanto) y pensar el camino que se va a tomar para el resto de la vida. Pensar en esos sueños con los que uno se mojaba en el colegio, ser asistente de una mina rica no dejaba de ser una opción tentadora. Aunque tampoco se puede descartar ser dirigente estudiantil en la Universidad. Uno tiene pantalla, lo llaman de todos lados, le dicen cosas lindas (a veces otras feas) y es amado como todo un ganador. Lo cierto es que aún hay tiempo para elegir. Lo claro es que ser puntaje nacional es maravilloso y divertido si se da todo esto. Solo queda intentar lograrlo.
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