A simple vista parece una idea interesante, pero ¿qué ocurre si lo pensamos con más calma? Tal vez nos demos cuenta de que la primera impresión no es la más correcta o que mezclar tus hobbies con el mundo laboral, es el camino más adecuado.
Lo primero es entender las responsabilidades que implica una profesión. Por ejemplo, tendrás que cumplir horarios que no necesariamente te acomodarán, ejercer bajo presión y transformar tu empleo en parte de tu rutina diaria.
Bajo ese panorama, es obvia la importancia de trabajar en lo que nos gusta, pero eso no necesariamente se refiere a nuestros pasatiempos. Antes de transformar a éstos en una profesión, hay una serie de elementos que evaluar.
Por ejemplo, ¿tu hobby es rentable?, ¿puedes vivir de él a largo plazo?, ¿estás dispuesto a transformarlo en tu rutina?, ¿estás seguro de que no se trata de algo pasajero?
Lo que respondas a estas preguntas y a otras que puedas tener, te hará entender qué tan adecuado sea el convertir un hobby en tu profesión. Quizá concluyas que lo mejor es manejar a ambos por vías separadas, es decir, desarrollar y potenciar tu vocación en estos años universitarios y mantener a tu hobby como aquel pasatiempo que te permita relajarte en aquellos momentos de estrés.
Pero, por otra parte, tu hobby podría ser el camino para desarrollar una carrera que te dé estabilidad e independencia profesional y otorgue la calidad de vida que esperas.
En síntesis, nadie mejor que tú para responder qué tan conveniente es transferir ese hobby a tu profesión. Sólo recuerda identificar todos los factores y pensar detenidamente antes de tomar una decisión definitiva.