Sólo bastan cinco minutos hablando con Karen para darte cuenta que es una Renguina de corazón.
Karen Palma Escárate tiene 27 años, es publicista y hace ocho años decidió trasladarse desde su natal Rengo, una pequeña ciudad de la sexta región, a Santiago, para cumplir su meta de estudiar en la Universidad de Santiago.
Karen es de risa fácil y buena para la talla, lo que la diferenció desde el primer momento de sus compañeros santiaguinos. “En Santiago la gente es mucho más seria, es lo primero que uno se da cuenta cuando viene de regiones y te hace dar cuenta que ya no estás en tu casa, en tu ciudad, donde toda la gente se saluda y se conoce. El santiaguino es más acelerado y en regiones nos tomamos la vida con calma, todo es más lento, se disfruta más el día y los momentos”.
Aún sabiendo esto, Karen quiso establecerse en Santiago. “Decidí estudiar en Santiago por dos razones. Primero, porque tengo familia, la cual me podía recibir y segundo, porque aquí están las universidades del consejo de rectores, lo que para mí era muy importante. La alternativa de estudiar en una universidad privada no era opción para mí, debido a la situación económica y porque siempre preferí el prestigio de las estatales. Me puse a trabajar apenas llegué a Santiago para poder pagarme la U y mantenerme acá”.Al preguntarle por el hecho de alejarse de su familia y amigos, ella nos cuenta que “no fue traumático salir de mi casa, ya que mi hermana mayor llevaba unos años afuera, por lo que ya tenía el bichito de salir de Rengo, conocer otras personas y vivir en otra ciudad. Mi ciudad no es muy movida y quería vivir otras experiencias, así que la verdad estaba muy motivada y ansiosa por poder vivir en Santiago. Además, gran parte de mis amigos del colegio se vinieron a Santiago, por lo que me entusiasmaba aún más la venida a la capital”.
“Lo bueno de vivir en otra región, es valorar la región y la gente de ésta. Valorar a la familia y extrañar ciertas situaciones cotidianas que nunca volverán a ser las mismas. Es un poco triste al principio pero te ayuda a crecer y a ser fuerte. Te vuelves más maduro y responsable. Logras la independencia que uno siempre sueña. Otro gran plus, que sólo tendremos los que venimos de regiones a Santiago es que siempre vas a tener un lugar al cual llegar cuando te quieres desconectar de lo acelerada que es la ciudad. Como mi hogar queda relativamente cerca, siempre me puedo escapar un fin de semana cuando siento que lo necesito, que quiero respirar aire limpio y necesito el abrazo de mi mamá. Volver a tu ciudad te hace conectarte contigo mismo y volver a tu centro, a lo que es importante. Quizás lo único malo es el costo de los viajes, ya que los pasajes de los buses han ido subiendo cada año, pero también cuando uno viaja a su ciudad aprovecha de traer cosas que acá son más caras, así que todo se compensa. Uno siempre se las arregla cuando es universitario”.
Pero no todo es color de rosas, sobre todo al principio y Karen explica por qué: “Uno a los dieciocho años lo único que quiere es jugar a ser grande, ser independiente, pensar en que nadie te va a poner reglas y horarios, piensas que vas a hacer todo a tu pinta. Y es así en cierta forma nomás. También tienes que aprender a organizarte, a ser responsable y a cuidar de ti mismo, porque ya no está tu mamá que se va a preocupar si almorzaste o no. Eso te ayuda inmensamente a crecer. Por otro lado, tienes que asumir que te vas a perder muchas fechas importantes, como cumpleaños y festejos”.
Sin embargo, para Karen lo más difícil no fue estar lejos de su familia ni aprender a hacer sus cosas sola, ya que siempre fue muy despierta e independiente. Lo que más le costó fue el tema de la comida. “Cuando vives en región todo es más cálido y con más cariño, sobre todo la comida. Eso fue a lo que más me costó acostumbrarme. Cuando llegué, vivía con familiares Santiaguinos y ellos eran más sencillos a la hora de comer. No eran muy buenos para las ensaladas y las frutas, algo que yo comía todos los días. Comer tantos fideos y arroz me pasó la cuenta al principio porque mi organismo no estaba acostumbrado”.
Y Karen no sólo pasó su primer año sufriendo mucho del estómago, también echó de menos el ritual de sentarse a la mesa, que compartía con su familia cuando vivía en Rengo. “También es un tema de cultura, por así decirlo. En regiones, te sientas a comer una cazuela y puedes estar dos horas en la mesa compartiendo con tu familia, desde la entrada, el plato de fondo, la ensalada, el postre, ¡ufff!...acá en cambio, sobre todo cuando uno está en la U, se come un completo a la rápida y chao. Por eso también se sube mucho de peso cuando uno va a la U. Para mí lo de comer mal fue decisivo, llegó el punto donde tomé la decisión de buscar otro lugar para vivir por lo mismo.
Así que después de dos años, Karen se fue a vivir sola. "Empecé a cocinar mi propia comida. Por suerte, desde chica sé cocinar, comprar en la feria y todo eso. Puede sonar como algo súper simple, pero la mayoría de los jóvenes salen del colegio y no saben ni freír un huevo. Así que si les puedo dar un consejo es que aprendan a cocinar, vayan a la feria, sepan elegir las verduras, etcétera. No se queden con las papas fritas de la U toda la semana, porque en serio hasta para tu rendimiento en los ramos se va a notar cuando comes mal. Cuando te vas a vivir solo te das cuenta que todo lo que te decía tu mamá es verdad. Y eso de que tienes que comer bien para rendir bien, es súper cierto”.