Aunque he escrito variados post en esta y otras páginas, creo que debo comenzar presentándome: mi nombre es Francisco Javier Valenzuela Saravia, tengo 28 años y hace unos meses me titulé de Periodista Licenciado en Comunicación Social en la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc). Aunque me demoré más de la cuenta al fin cerré un proceso largo, difícil y sobretodo en su última fase, desgastante, pero que hoy me tienen ya trabajando en una productora, proyectos paralelos de arte y cultura en la VIII región, y escribiendo aquí.
Pero no les voy a hablar de estas experiencias, sino las vividas en mi práctica profesional, específicamente en el Diario Concepción: lugar del que ya había recibido buenas críticas en el pasado como cuna de muchos de los mejores periodistas del país, en otras palabras, la casa en donde varios aprendieron el rigor y el oficio del periodismo escrito. He ahí por lo que opté por probar suerte en este diario, pues lo vi como un verdadero reto a mis capacidades adquiridas en los cinco años de estudio.
Otro punto importante a destacar, y que no puedo evitar mencionar, es que la razón que me llevó a estudiar Periodismo, en primer lugar, era la de perfeccionar uno de mis hobbys favoritos: la literatura. La historia, las humanidades y la comunicación siempre fueron mi fuerte en el colegio, pero las artes, la novela, los cuentos y la poesía siempre tuvieron un lugar especial en mi corazón, desde mi juventud. Estudiando periodismo pensaba podría seguir perfeccionando mis dotes escriturales, profundizando mis conocimientos en torno a la redacción, ortografía y en general las bases estructurales del lenguaje, para posteriormente complementarlo a ese lado más libre, más creativo.
Con el tiempo me fui dando cuenta, claro, lo inocente de mis planes iniciales, pues cursando ramos como Televisión, Radio o Comunicación me di cuenta de lo amplio y variado que es el ser un reportero, un informador, aquel nexo entre los hechos y las personas. Por otro lado, específicamente el enfoque de mi universidad - la cual que se destaca por formar periodistas especiales para el área escrita - me di cuenta que poco y nada me servía la literatura aquí, pues contradictoriamente periodismo se trata de contar la realidad, no la ficción. Aquí podemos discutir bastante en torno a qué es real y qué no al momento de escribir, pero creo que no es el caso en esta oportunidad.
En lo que respecta a lo vivido ya en el fin de la carrera, aprobados mi tesis y examen de grado, me creí capaz de responder a los estándares de un diario, tal vez imaginando un contexto afín a mis capacidades, tal vez cubrir eventos artísticos de la zona, para el área cultural, etc. Nada más alejado de la realidad, pues el primer día de trabajo el editor me asignó a la sección de economía, tal vez una de las áreas que más me costó pasar en la carrera. Ramos como Publicidad, Marketing o Empresa eran una tortura en esos años. Con dolor de estómago y un poco maldiciendo la suerte que me había tocado, afronté mi pobre destino y me lancé sin alegar, a ver qué pasaba.
Debo decir que dentro de la sección de economía me encontré que muchos expertos economistas o experimentados ex funcionarios de empresas que justamente sabían todo acerca de las relaciones con estos organismos, las personas que las componen y el trato que hay que tener con ellos. Tal vez exageré, pero de inmediato me sentí apabullado por su labor, por la cantidad de contactos que manejaban, por su manejo en los temas (dólar internacional, cálculos de la bolsa, etc.) y la rapidez del día a día, el desenfreno de cerrar tu página todos los santos días y dejarla perfecta, con su título certero, tu texto ordenado, informativo e interesante, todas tus fuentes correctas y todos sus dichos en orden.
Debo decir que los primeros días fueron los peores, tuve que pedir muchas veces asesoramiento de mis colegas, quienes (es comprensible) a veces no pescaban, simplemente, y es que no podían velar todo el rato por el practicante, pues ellos también estaban contra reloj. El sistema de diseño de las páginas y las claves de ingreso al programa eran otro problema angustiante, el aprender bien a ocuparlo, el procurar que no se borrara la información y saber cuadrarla debidamente eran un arte que lentamente pude perfeccionar.
Muchos retos me llegaron, así como constantes correcciones de mis pares, sobretodo el primer mes, pero si algo bueno tiene esta labor es que al siguiente día puedes rectificarte y compensar tus errores. Mi primera portada fue una de mis pequeñas victorias dentro del Diario, algo normal tal vez si trabajas todos los días (como no va a caer una), pero que disfruté para mis adentros como si fuera el cielo en la tierra. Los mejor eso sí, era escuchar esas felicitaciones pequeñas de tus compañeros o del editor, haber logrado resumir esa noticia como corresponde y saber que hiciste bien tu pega.
Todo bien hasta mediados de febrero –comencé mi práctica el 29 de diciembre y terminé por mediados de abril- mes en que se me informa que se me derivará por unas semanas a la sección de sociales, página que como deben saber muestra variadas fotos de gente al azar en eventos, locales de interés o puntos de la ciudad entretenidos. Lo más divertido es que tuve que rellenar toda aquella sección con a apenas una cámara semi-profesional, y cero experiencia fotográfica a mi haber, al tiempo que coordinaba la locomoción (nunca disponible), me entrevistaba con organizadores, dialogaba con el público de innumerables shows de la ciudad y procuraba sacar las mejores imágenes posibles de familias, amigos y parejas.
A pesar de los contratiempos, recibir esa última felicitación de la encargada de la sección, al finalizar el mes, fue otra de mis pequeñas victorias de aquel tiempo, experiencia que incluso me hace reflexionar hoy en día si especializarme en fotografía. Así pasaron rápido los meses, de vuelta a economía y ahora cooperando para la sección ciudad, ya metido en la rueda incesante de llamar fuentes, molestarlas hasta que te respondieran, llenar de mensajes sus mails y escribir y corregir, escribir y corregir, escribir y corregir.
Por privilegiar otros proyectos desistí la opción de seguir cooperando en el diario, terminadas las horas mínimas de práctica que me exigía la universidad, pero si de mí dependiera a futuro sin lugar a dudas volvería a trabajar en lo mismo. Es difícil dejarlo todo, una vez que pruebas esa emoción de escribir y escribir una noticia y entregar todos los días algo diferente, novedoso. Por el momento no me queda más que aconsejar a aquellos que estén buscando una práctica realmente exigente, cercana tal vez a la esencia de esta profesión, que prueben suerte en un medio escrito, un diario o una revista. Y es que creo sinceramente que hoy soy un mejor profesional gracias a mi práctica.