Una tarde de diciembre hace varios años atrás, yo me encontraba dando la PSU de Lenguaje y, cualquiera que hubiera presenciado mi estrategia para responder la prueba, habría desechado cualquier opción de ver en mí algún futuro. Siendo más claro, mi situación se resumía en tener cabeza sobre la mesa mientras dormía sobre la hoja de respuestas que debía llenar. No tengo claro cuanto tiempo habrá sido, pero cuando desperté, no sentí ni el más mínimo remordimiento y, luego de estirarme un poco, continué rellenando los círculos de la prueba.
Hasta este punto mi historia carece de valor en torno al título del artículo y debo recalcar que efectivamente ese día estaba poco interesado en lo que sucedía. Cualquiera podría decir "que actitud más apática", pero es aquí cuando presento mi carta bajo la manga. A pesar de que traté de prepararme decentemente para dar la PSU, siempre he creído que logré llegar con una ventaja en comparación a la gran mayoría del resto de los estudiantes. Ese día de diciembre veía muchas caras afligidas y los grupos de alumnos que se reunían, trataban de sacar algo en limpio sin siquiera tener muy claro cuál iba a ser su futuro. Incluso varios días después y con los resultados en la mano, muchos simplemente hacían apuestas sobre la carrera que debían seguir basados en factores inconsistentes. El más repetido de todos y que considero mi favorito: "lo que mis papás creen".
Debo decir que durante los meses previos, mientras varios de mis compañeros gastaban sus horas en perfeccionar una prueba que los llevaría a una elección apresurada y clasificada socialmente como exitosa, yo me dediqué a asistir a lugares de trabajo, universidades y conversar con personas de distintas áreas que me ayudaron a tomar una decisión que, hasta hoy, siento como correcta. En ningún caso perfecta, ya que la elección apropiada de una vocación y de una carrera, requiere de años, significa una constante búsqueda y de un planteamiento que deja fuera resultados económicos de largo plazo, prejuicios, orgullo y presiones de las personas.
Entonces ¿Cómo lograr dar con la vocación?
Reitero que me considero afortunado porque tuve la libertad y tiempo de elegir con algo de calma y sin las barreras típicas de la etapa. Hay que decir que uno es bastante niño aún a los 18 años y tener claridad del futuro es casi imposible. Entonces resolver en torno a la elección de una carrera es un salto enorme comparando con la última gran decisión tomada hasta ese punto de la vida: la pareja de la fiesta de graduación.
Ahora, específicamente hablando, la vocación es un concepto que se compone de tres partes. Siento que he cumplido con estos tres pasos, pero no creo que haya un mérito, sino que me parece que hubo un gran factor de suerte ya que nadie me lo enseñó y años después pude entender que el camino que seguí, obedecía esta secuencia:
1.- La Pasión
Cuando estaba en mis últimos años del colegio, fui realizando todo tipo de actividades que me llenaban el alma, sin siquiera pensar en tener algún tipo de retribución por esto. Simplemente había un ánimo visceral de utilizar mis energías en temas de distinta índole y donde algunos me criticaban de perno, de tonto, de desadaptado u otros, pero también donde congeniaba con algunos compañeros en decir que sí eran espacios que merecían el tiempo y donde nos interesaba desarrollarnos. Creo que una de las gracias de colegio es eso, tener libertades que luego se perderán con el los años.
2.- El Talento
Este aspecto también existe desde que uno es pequeño, pero quiero hacer el alcance que la universidad es un espacio donde uno toma la decisión de potenciar y perfeccionar esa capacidad que creemos nos llevará a un futuro prometedor. Las diversas aptitudes que uno muestra a lo largo de la vida son claramente un indicio de cuál será el camino que uno deberá tomar en la posteridad, pero muchas veces esto se confunde con habilidades en disciplinas específicas. Por ejemplo, no es lo mismo hablar de una capacidad para las matemáticas que describirse como un experto en llevar a cabo una quermés. La primera es una disciplina preconcebida, donde nos instalan a responder según grados y donde se miden nuestras capacidades (hasta cierto punto), pero la segunda es un talento específico, del que me percaté sólo al estar en contacto con una circunstancia en particular. La primera se nos propone como parte de un currículo, mientras que la segunda tenemos que salir a buscarla. Esa es una verdadera habilidad, un talento real y no condicionado por factores externos.
3.- El Mercado
A medida que vamos acercándonos al mundo laboral, nos enteramos poco a poco de la situación laboral contingente y de cómo podemos entrar a funcionar dentro de las necesidades del sistema. Es decir, sabremos si nuestro trabajo será demandado o no. Igualmente el concepto de "necesidades creadas" puede ser determinante en este punto ya que muchas veces nos cegamos frente a las posibilidades de cultivar nuevas oportunidades en el mercado. Lo importante es tratar de comprender este fenómeno lo antes posible, estudiarlo y buscar diversas fórmulas que nos permitan ser requeridos al punto de que podamos ejercer lo que estudiamos.
Estos tres puntos trabajan sólo en conjunto y es casi imposible de otra forma nos entreguen un propuesta vocacional bien determinada. Pero al mismo tiempo ninguno de estos elementos son estáticos. Las pasiones mutan, el talento se marchita o se pueden encontrar nuevas habilidades y el mercado está en constante cambio, de modo que nuestra vocación también seguirá modificándose con el tiempo. En mi caso he investigado nuevas áreas de mi negocio, he seguido perfeccionándome en la universidad y mis inquietudes claramente no son las mismas que cuando salí del colegio.
Volviendo al momento en que me encontraba dando la PSU, dormitando sobre la hoja de respuesta, debo decir que ese día ya había hecho una elección que fue legitimada por mis padres y que solamente requería una prueba rendida. A pesar de ello, viendo hacia atrás, fue un error que no trajo mayores consecuencias, pero es claro que debería haber sido más respetuoso con el proceso.
Aun así, hasta el día de hoy siento que mi elección fue la correcta y he visto como mis pares cambiaron sus decisiones repetidas veces. Algunos aún no se atreven a enfrentar el riesgo que significa reconocer una vocación. Lo importante es dejar de lado preconceptos anticuados que no nos permiten llenar una pasión, aprovechar el talento y responder a un mercado cambiante. Cuando esto se logra, la sensación de sustentabilidad es completa.