Desde muy niña mis habilidades me guiaron a mi elección universitaria, las matemáticas se me dan fácil, me encantan las manualidades y la historia. Tuve la suerte de que nunca tuve dudas de estudiar arquitectura, mi problemática era otra.
¿Dónde iba a estudiar?
Entrando en la enseñanza media, mi curiosidad me llevó a investigar las universidades que impartían arquitectura, las definí en tres grupos. Uno era la calidad educacional: calidad y relación con profesores, años de acreditación e infraestructura de la facultad, el segundo es la empleabilidad post egreso como profesional y el tercero importante red de contactos que se puede generar en el mundo universitario.
Visitando los campus y hablando con alumnos, me aclaré en mi objetivo, tenía como plan A la Pontificia Universidad Católica , plan B Universidad Del Desarrollo y plan C Universidad Diego Portales.
Con mi plan listo solo quedaba dar la PSU. La noche antes de rendir la prueba, cené liviano, me fui a dormir temprano, solo quedaba el último trámite para que comenzarán mis vacaciones, estaba todo planeado, nada podía salir mal. Error, al llegar al establecimiento donde me tocaba rendir la prueba, estaba lleno de prensa, la entrada estaba colapsada de personas, y mis nervios empezaron a surgir. Al lograr entrar al colegio, estresada y nerviosa, mi desayuno ya me estaba molestando en el estómago y me entero que el establecimiento es el colegio que la presidenta visita. Tomé algo de aire, me comí algo dulce y traté de entrar en concentración, pero me fue inútil, mi plan se me estaba escapando de las manos.
Ya con los resultados en mano, me fui a presentar en las tres casas de estudios que me interesaban. Al final, opté por la Universidad del Desarrollo, el compromiso, relación e interés que demostraron en la entrevista y sobre todo por la beca PSU fueron los argumentos para mi decisión final.
Llegó el gran día, entrando a la universidad.
La facultad de arquitectura es un mundo aparte del resto de la universidad, en arquitectura el ambiente es muy fraterno, las amistades y temas de conversación son espontáneos. Algo que solo se puede vivir en las carreras ligadas al arte, es la expresión, el ambiente tiende a ser informal, las salas de clases son talleres y lo principal es la dinámica de grupo, pasearse por la universidad hablar con los demás, comentar ideas y perder el miedo a los errores.
El primer año para mí, fue el más entretenido, es el año que explotan tu capacidad artística y te liberan dell pensamiento cuadrado. Conociendo materiales, sufrí mi primer y último corte en un dedo que terminó en urgencias con 5 putos, dicen que si no tienes una cicatriz saliendo de la carrera no eres arquitecto. Los ramos son muy expresivos y lúdicos. Me recuerdo que un encargo en taller era hacer una maqueta básica de una estación de metro, pero no se podía hacer con materiales comprados en una librería. Me recuerdo que el día de la entrega era una locura, habían maquetas de fideos, otros de esperma de vela, espejos, hielo, de todo. Yo en mi locura se me ocurrió hacer una maqueta de gomitas, donde jugué con los colores y formas para dar luz, fue muy entretenido, si me preguntan feliz vuelvo a esos ramos.
El segundo año fue mi año viajero, es el año en la UDD que uno viaja a conocer fuera de Santiago. Viajamos a Valparaíso, a La Serena, Valle del Elquí y al Valle las Trancas en Chillán. Aunque fuimos como viaje de estudio en terreno, viajar con 20 compañeros siempre es una locura en momento de diversión. A mi parecer lo mejor de estudiar arquitectura, que lo diferencia de otras carreras, son las amistades que hablan el mismo lenguaje que uno y los viajes de “estudio” de terreno.
Tercero y cuarto año, ya son los años que te aterrizan como profesional, lo técnico empieza hacerse más fuerte en momentos de proyectar los trabajos. Son los años coladores de la carrera. Además fueron los años en que muchos de mis compañeros decidieron cambiarse de carrera. Es donde tienes que aplicar todo lo aprendido y donde definitivamente sabes si te gusta o no la carrera. Las noches de desvelo cada vez son más frecuentes, las notas cada vez son más bajas y la luna de miel empieza acabarse. Recuerdo una corrección en donde el profesor estaba en sus días malos, destrozó todas las maquetas produciendo “mini terremotos” y culminó con su frase “cuando sean arquitectos y si es que logran hacer clases, sabrán la satisfacción que produce romper sus maquetas”. Ese hecho marcó un antes y un después, fue un remezón de madurez para todos, no importaba si la maqueta estaba destrozada, si es que el estudio que argumentaba nuestra decisiones en la maqueta eran buenos.
Últimos años, quinto y sexto año, puliendo al profesional, uno se siente todo un sabelotodo en arquitectura, damos opinión asegurando al mundo. Este es el gran error del estudiante de arquitectura, la carrera abarca tantos temas, que el conocimiento es del porte de un océano pero con la profundidad de 1 cm. La carrera de arquitectura, esa que dura 6 años de tortura sin dormir, cortes de dedos y correcciones humillantes, es solo una pequeña base para empezar a formarte como arquitecto.
Enfrentando la realidad.
Por mis ayudantías y trabajos, un profesor me ayudó a consiguir una pasantía en una oficina de arquitectura por el verano, está es la parte donde yo les decía de la importancia de la red de contactos y profesores. Yo en ese entonces fui confiada, siempre me fue bien en la Universidad, la verdad con una actitud bastante altanera. Primer día, presentaciones correspondiente, me muestran mi escritorio y los programas en los que trabajan, seguido con la frase que dio comienzo a mi nueva aventura, “no sabes nada, recién saliste y tu vienes aprender”, caída de mi ego al piso en menos de 3 segundos, pero la verdad a lo largo de esa semana que estaba a prueba para los trabajos cachos como dibujar baños, escaleras y rellenar papeleo municipal, reconozco que uno sale sabiendo nada. Ya al terminar el primer mes de pasantía, había aprendido más que en un año de universidad y mi esfuerzo lo reconocían en la oficina. Momento de satisfacción personal y felicidad infinita, me invitaron a participar de un proyecto, como colaboradora, pero mi nombre estaba en los planos. Los siguientes 2 meses fueron del terror, la presión de la universidad es un cariño comparada a la presión de la oficina, sin olvidar la precisión y el compromiso. Pero logramos sacar el proyecto adelante, el cliente feliz y la oficina en paz nuevamente, era momento de ir a celebrarlo.
Los contras son que se duerme poco, se gasta mucho dinero en materiales, mientras estudias tu agenda de vida es un desorden, estarás en muchos amaneceres que no los verás y tus dedos siempre están en peligro de corte.
Los pros, la vida universitaria es muy activa se sale mucho (yo lo llamo dinámica de grupo, las mejores ideas salen en una servilleta hablando con amigos), los viajes y salidas a terreno y la informalidad de la sala de clases.
Para estudiar arquitectura tienes que tener dedicación, te tiene que gustar mucho para que no la pases mal. Es una carrera hermosa, te hace introducirse y estudiar todos los ámbitos, yo cada día estoy más contenta con mi decisión de estudiar arquitectura, soy feliz en la oficina que trabajo y de como observo el mundo hoy.