Los últimos años de mi educación secundaria, en Perú, los estudié en un colegio militar. En este me enseñaron un gran amor a la patria, un gran respeto por las personas y un importante carácter moral y militar. A la par, desde que tengo uso de razón he visto el mar; esa gran masa de agua de color azul que nos puede transmitir muchas sensaciones, y sentimientos. Siempre he estado muy familiarizado con el mar y desde pequeño siempre me gustó. Debido a esto es que escogí esta profesión que les quiero comentar y describir un poco de ella. Soy oficial de la marina mercante y les voy a relatar un poco de la historia que me llevó a escoger esta carrera.
Ingresé a la Escuela Nacional de Marina Mercante de mi país en el año 2005, para esto dos años antes, en el 2003, al finalizar el colegio, ingresé a una universidad privada a estudiar ingeniería industrial. La verdad no me sentía cómodo, sabia que esa no era mi vocación y que simplemente escogí esa carrera porque en realidad mi padre estaba entusiasmado por esa profesión y me alentaba a que la siguiera. Al no sentir esa pasión que te impulsa a estudiar como debes, comencé a tener altibajos en los estudios y me sentí un poco defraudado de mí mismo. Una tarde me encontré con un amigo de mi promoción de colegio y el me comentó que ya estaba estudiando para ser marino mercante; esa tarde creo que comenzó un nuevo camino para mí. Comencé a interesarme más por la carrera y siempre que podía le pedía él, que ya estaba estudiando en la escuela, que me contara un poco más sobre la carrera.
La ENAMM es una escuela de régimen militar, vale decir que se estudia de lunes a viernes internado y sólo se sale los fines de semana para la casa. Esto en realidad no me afectó mucho porque ya los tres últimos años de mis estudios secundarios los pase en el mismo régimen de internamiento. La carrera dura 5 años en los cuales te enseñan diversas materias para poder desenvolverte en el ámbito marítimo: navegación plana, navegación astronómica, estiba, estabilidad, etc. Hay 2 ramas o especialidades que se pueden escoger pasado el primer año de estudios: cubierta (piloto de barco) e ingeniería (maquinista de barco).
El ingreso fue por medio de diferentes exámenes de competencia, los cuales eran eliminatorios independientemente cada uno. El primer examen fue médico, el estar bien de salud es muy importante por todo el esfuerzo que implica la rutina diaria dentro de la escuela. El examen psicológico era el que le seguía. Para esa etapa ya habían 25 postulantes menos, luego vino el examen de conocimientos, que eran 120 preguntas de matemáticas y cultura general y por último la entrevista personal, que era una entrevista con los altos mandos de la escuela.
Felizmente, gracias al esfuerzo y dedicación que le puse, ingresé. Fui uno de los 55 aspirantes a cadete que ingresamos ese año, se quedaron en el camino 70 chicos que no pudieron pasar las diferentes pruebas. No obstante, algunos de ellos el año siguiente lo volvieron a intentar.
Dentro de la escuela la rutina comenzaba a las 5:45 de la mañana con la famosa diana, a las 06:00 todos estábamos formados y listos para salir a correr por media hora. A las 7:00 era el desayuno y luego de consumir los alimentos muy rápido, subíamos veloces a nuestros cuartos a realizar limpieza y dejar todo muy ordenado. Las clases comenzaban a las 8:00 y culminaban a la 12:45. A las 13:00 ya estábamos almorzando y a las 14:00 comenzaba la segunda parte de clases hasta las 15:45. En la tarde había una hora en la cual podías realizar tu deporte favorito o una actividad extra de la currícula, como fútbol, natación, buceo, remo o gimnasio. En sí todo el día era una rutina y todos los días se repetía la misma. La hora de acostarse era a las 22:00.
Para estar en la escuela de marina mercante tienes que ser disciplinado, muy aplicado en los estudios, estar a disposición de recibir ordenes y poder cumplirlas satisfactoriamente.
Mi experiencia en la escuela fue muy gratificante, conocí mas que amigos hermanos para toda la vida, conviví con ellos 5 años en los cuales hicimos lazos de amistad muy fuertes. Supe diferenciar las actitudes positivas y negativas que tenía, y aunque a veces me costó quedarme fines de semana sin salir a casa, aprendí con el escarmiento impuesto. La escuela en sí, me enseñó mucha disciplina, moralidad y sobre todo gran cariño por mi profesión que es navegar en el mar.