Así empieza la historia. Antes de entrar a la universidad, la manera en que juntaba plata era haciendo clases de guitarra o teclado. La música era una de sus pasiones más grandes, por lo que para Felipe Andaúr decidirse a estudiar Música no fue difícil.
Pagar la carrera, cuenta, fue complicado. Recuerda que tuvo que firmar muchas letras sin tener un peso. “Por cada letra que firmaba me temblaban las manos”, relata el músico. Pagaba las mensualidades con las clases que hacía mientras estudiaba, y también podía costear la plata del transporte y las cosas inherentes a estudiar cualquier carrera.
Felipe siempre menciona el arduo camino que tuvo que recorrer para ser un profesional. Pese a todo, dice estar orgulloso por superar algo que nadie pensó que él podía hacer. Se tituló con sólo 23 años.
En un período en que subió la mensualidad de la universidad, de la mano, surgieron unas complicaciones económicas en su casa, por lo que el dinero escaseaba. No tenía cómo pagar el metro así es que se levantó más temprano para irse en micro y pagar con un “permiso, tío”. Normal. Quién no lo ha hecho. El problema era que estaba en pleno inverno y había una lluvia torrencial. Podía quedarse en su casa, pero en la U lo esperaba un nunca bien ponderado examen.
Llegó tan empapado a la universidad que los tías del aseo –siempre provistas de lo más insólito– lo ubicaron al lado de una estufa eléctrica y le dieron café unos tres tazones de café. Le fue bien en el examen, pero pasó en cama una semana entera de las vacaciones de invierno.
Felipe se tituló con honores. Sus compañeros y profesores admiraban el tesón con el que sacó adelante su carrera, por lo que cuando recibió su título subió la intensidad de los aplausos.
Ahora, en pleno ejercicio de la carrera, se asombra de la poca cultura musical que tienen los chilenos. Por lo mismo, se empeña en que la música nacional sea parte de todo lo que él hace. Dice que es muy importante nutrirse de todos los estilos, pero hay que conocer lo nacional, “forma parte de nosotros”, dice.
La experiencia que obtuvo enseñando mientras estaba en la universidad le ha dado la capacidad de ser muy amable con las personas que le piden clases. De hecho, antes de hablar con él le pregunté sobre clases de canto, sabiendo que tengo el oído en el zapato, por lo que mi afinación es, al menos, curiosa. Me escuchó cantar –o hacer el ridículo– con mucha calma y sin mover un músculo. Cuando terminé, me sonrió y con todo el tacto del mundo me dijo: “admiro tus ganas… pero tenemos que trabajar harto”.
¿Qué esperas para optar por la carrera de Música?