A la edad de 9 años, no tenía muy claro mis planes de vida… Ser princesa, o bruja, ¡quizás Astronauta! Era apenas una niña y aun no sabía cuál sería mi futuro, ese mismo año mi hermano menor enfermo de Leucemia Linfoblastica Aguda y al transcurso de los meses, murió. Desde ese día, decidí que salvaría vidas.
Lo primero que me propuse, fue aumentar mi promedio de notas, entré a la segundaria y siempre me preparé para el futuro que quería: Ser Médico. En los veranos trabajaba para ir reuniendo para la universidad, en las épocas de estudio ayudaba a mis compañeros con materias complicadas, física, química, matemáticas y obtenía algún dinero extra.
Cuando escogí la universidad donde estudiaría me sentí la persona más feliz y completa en la vida, pero aún me faltaba muchas cosas, entre ellas la de admisión a la universidad. Fueron meses agotadores, estresantes, no salía de fiesta, casi no veía TV, no hablaba ni siquiera con mis padres, yo necesitaba obtener la nota máxima y lograr mi sueño.
A principios de la carrera, me sentía muy sola, pues me mudé de ciudad, estar en un sitio que no conocía, sin mis amigos de secundaria, sin mis padres, sin mi perro, me hizo valorar mucho lo que estaba haciendo. El primer día de clases nuestro profesor de Ciencias Fisiológicas nos dijo 3 palabras que quedaron marcadas en mi corazón y mi mente, aun las tengo presentes “Primun non nocere” (Lo primero es no hacer daño)… Ame tanto ese momento, hasta que empezó la clase y nos llamó la atención a todos porque no sabíamos cuál era la fosa oblonga, fue terrible, no lo sabíamos, y desde ese día nos colocó un sobrenombre, nosotros éramos el año “Picaflor” pues decía que nuestro cerebro equivalía al tamaño del cerebro de esta ave.
En el primer año hice muchos amigos, que en el futuro serán mis colegas, y como decía nuestro profesor de Cirugía “Amen a sus compañeros de clases, respétenlos, conózcanlos, porque en 15 años serán los mismos púberes alborotadores, sinvergüenzas, cerebros de mono rebeldes” (y así es, aunque maduramos, y nos graduamos, aun somos Los Picaflor)
Cuando inicié mi 3er año de carrera, me encontré con muchos obstáculos a lo largo del mismo, pues fue el semestre más complicado, más extenso y exigente, pensé en abandonar la carrera, me sentía derrotada porque muchos de mis compañeros si lograban aprobar y comprender los objetivos, pero yo no, un día un chico, que hoy en día es mi pareja amorosa, me dijo: “Después que apruebas 3ero año, lo siguiente es carpintería y ya casi serás Medico”… Luego de muchos, comprendí que esto era una mentira piadosa de él para darme ánimos, pues nuestra carrera jamás sería fácil, nosotros día a día debemos salvar vidas, y si no nos esforzamos lo suficiente, no sería así, entonces comprendí que nunca dejaría de estudiar, entendí en ese preciso instante, que amaba lo que estaba haciendo, y no cambiara mi elección.
Estudiar Medicina me enseñó que la bondad, la humildad, y las ganas de seguir aprendiendo, serian el norte de mi vida, cambié noches de fiesta, por noches de lectura del Harrison (mi biblia de la medicina). Cambié mis noches de sueño, por mis rotaciones. La medicina se convirtió en el pilar de mi vida.
Vale la pena todos los sacrificios, vale la pena el tiempo, vale la pena estudiar, y estudiar más… pues la recompensa es, embelesante, un GRACIAS DOCTORA, vale mucho.